Inventarios

Históricamente el borde litoral de la isla ha funcionado como espacio complementario a la actividad agrícola y pastoril, para nutrir la dieta de un sector importante de la población, fundamentalmente de las clases populares. La recolección de diversas especies de moluscos, la pesca en charcos y otras actividades relacionadas, fueron desarrolladas desde la época aborigen y con continuación en sus desarrollos después de la conquista de la isla.

Este proyecto también contempló una sección de investigación y recuperación toponímica, siendo un excelente indicador de áreas de ocupación o de actividades socioeconómicas.

Las labores de prospección fueron llevadas a cabo por el equipo de arqueólogos de PRORED, Soc. Coop., empresa adjudicataria del proyecto y con probada experiencia en la realización en este tipo de trabajos.

El tipo de prospección arqueológica efectuada fue de carácter superficial, mediante la identificación de las distintas unidades patrimoniales a partir del reconocimiento del registro material generado tanto por las poblaciones aborígenes como postconquista, y que aún se conserva en superficie. También los signos de reutilización de un mismo espacio para la misma tarea productiva en ambos periodos, o su alteración tras la conquista por cambiar la funcionalidad del sitio.

El litoral costero de Buenavista ha sido objeto de dos inventarios patrimoniales, uno realizado en la década de los 90 y otro en 2008. Sin embargo, convenimos la necesidad de realizar una revisión de los mismos para localizar mejor los sitios arqueológicos con la utilización de GPS , además de valorar el estado de conservación de los yacimientos. Este tipo de trabajos siempre están abiertos al descubrimiento de nuevos yacimientos.

Atendiendo al sesgado registro arqueológico podemos intuir que el poblamiento aborigen en la zona de la costa se origina en distintos enclaves estratégicos, próximos entre sí: las Estacas, Las Arenas, La Fuente, y Arsena (muy alterado) y un segundo grupo que conforma el conjunto de unidades arqueológicas de Blancagil.

 

Los Charcos de Sal

Es de vital importancia social el uso de este recurso marino y densamente catalogado durante las prospecciones por todo el litoral de Buenavista del Norte. Gracias a él la conservación de alimentos era efectiva o la realización de producto secundarios como el queso o el tratamiento de pieles.

Se identifica un número total de 11 charcos en el litoral, algunos de ellos acondicionados para la retención del agua a partir de muretes elaborados con argamasas a partir de cenizas tras la combustión de la madera en hogueras. Los charcos primarios se llenan de agua durante los temporales o con las máximas mareas del periodo equinoccional. Los raspadores de sal desarrollan su labor en verano, aprovechando la estancia igualmente para el marisqueo o la pesca. Pero en muchos casos se acercaban al litoral a finales de primavera para ir limpiando los charcos.

Las razones climatológicas marcan el final de la estación salinera. Con la llegada de las borrascas otoñales, la lluvia estropea la sal, también las grandes mareas, a finales del mes de septiembre, anegando los charcos litorales.

Según la información oral recabada en el estudio etnográfico realizado en este proyecto, existía un cierto control por parte de cada grupo de parentesco sobre su enclave salinero. Este derecho a explotar en exclusiva una determinada zona era muy respetado antiguamente.

 

Los Concheros

Hasta la fecha el estudio de la actividad marisquera a través del análisis de las manifestaciones malacofáunicas generadas por los antiguos pobladores de la isla, ha registrado un importante avance a partir de las primeras intervenciones arqueológicas realizadas en la Costa de Buenavista del Norte. Este hecho ha contribuido a iniciar un conocimiento cada vez más preciso del desarrollo de la práctica productiva aborigen.

La plataforma de Buenavista del Norte y la zona de Teno Bajo, integra el territorio que posee la mayor concentración de concheros prehistóricos de la isla.

La actividad recolectora del marisqueo se llevaría a cabo por las poblaciones aborígenes de modo preferente durante la marea baja, y su práctica no requería de un instrumental especializado (raspadores de piedra), ni diversificado, si atendemos a las principales especies objeto de aprovechamiento. En comparación con otros alimentos que pudieran ser objeto de depredación, la malacofauna presenta la ventaja de ser muy abundante y contar con una gran dispersión por toda la franja litoral.

 

 

 

Los conjuntos arqueológicos se hallan sesgados por la ausencia de información en algunas zonas del litoral, por el grado de reutilización, y las afecciones mediombientales. Una de esas áreas no implica una desocupación intencionada de este tramo de costa, más bien responde a la afección de las posibles evidencias tanto prehispánicas como etnográficas, debido a la antropización del terreno hasta el mismo litoral. Esa alteración en cuanto a la conservación de bienes patrimoniales coincide con la construcción de invernaderos para cultivos de exportación, y curiosamente coincide con el tramo del sendero litoral más afectado para su tránsito. Incluso sus deshechos afectan al trazado del camino. Si observamos el plano de distribución espacial de todo el litoral, comprobamos que en el área central de la Isla Baja hay ausencia de enclaves tanto de adscripción aborigen como de aspecto etnográfico, perdiéndose una importante información para establecer un modelo de ocupación aborigen conciso en la costa de Buenavista. También se produce una alteración del paisaje natural y originario de esta zona.

La superposición y reutilización de los diferentes tipo de enclaves patrimoniales relacionados con la producción y captación de recursos en la costa durante ambos periodos cronológicos estudiados (preconquista-posconquista), nos hace plantear la temporalidad y herencia sobre las prácticas y usos de ciertas actuaciones y reocupaciones de los mismo ámbitos costeros. En el caso de los concheros, está bien documentada la continuidad de su génesis a lo largo de la historia del municipio, superponiéndose acumulaciones de lapas etnográficas sobre concheros prehispánicos, incluso generándose nuevo concheros más recientes. Lo mismo ocurriría con la sal y sus lugares de aprovechamiento. Es más que evidente la estrecha relación espacial que hay entre los lugares de los charcos de aprovisionamiento de tal preciado recurso y la ubicación de concheros localizados en torno a ellos.

Todas las áreas similares a las bajas del litoral de Buenavista del Norte son, sin duda, un bien natural y cultural a preservar ya que se combinan la tradición etnográfica, nacida en torno a la producción y uso de la sal, junto a paisajes que funcionan a modo de hábitat natural.

Otro de los bienes etnográficos a restaurar y conservar sería el embarcadero de la playa de los barqueros y su entorno más inmediato como pervivencia de la pesca tradicional en esta zona litoral de la isla de Tenerife.