La Sal

Valor en Blanco: La Sal

En Buenavista del Norte nunca ha habido lo que se considera una industria o comercio de la sal de importancia como para convertirse en un sector económico, o por lo menos, en ningún momento se consideraron las posibilidades que tenía el entorno natural para impulsar una producción así. Sin embargo, hasta hace tres o cuatro décadas, la población de Buenavista aprovechaba este recurso como objeto de intercambio con las zonas altas del municipio, para venderla y consumo propio.

En comparación con otros lugares del Archipiélago, estas salinas no requieren una preparación o transformación del medio previa que conlleve una inversión de tiempo y esfuerzo considerables, disponiendo así los buenavisteros de un recurso esencial para la vida cotidiana de fácil captación.

En la actualidad, esta práctica está casi desaparecida, quedando apenas dos personas que aún realizan esta actividad, y que han sido seleccionadas como es evidente para participar en este proyecto.

Si bien es cierto que la tradición de recolección de este producto se ha mantenido más vigente en otras islas, también lo es porque se ha potenciado que no se abandone buscando diferentes vías de estímulo para que se mantenga: acondicionamiento de los lugares, musealización… El patrimonio etnográfico ligado al mar está aún por investigar y valorar, de esta manera se podrán explorar y poner en uso nuevas iniciativas de manera responsable.

 

BUSCAR LA SAL CUANDO BAJA EL SOL

A coger a coger… no recuerdo bien pero ayudarle a mi madre a recoger los charcos desde que tengo 9 añitos” (MLHW); otros hacen referencia que aprendieron a coger sal con sus abuelos “Yo, fisco chico, con mi abuela” (AVH)

Las mujeres de la familia son las encargadas de llevar a cabo este trabajo, madres e hijas “Mi mamá me llevaba con ella a los charcos a La Tablada…a coger la sal” (AGD). Los hombres participaban de este trabajo pero en menor medida o de forma puntual “Las mujeres iban más temprano porque los hombres estaban trabajando” (APM).

Hasta prácticamente los años 80 estas mujeres se dirigían a la costa por veredas a los salientes costeros donde se encontraban los charcos: “unos caminos horrorosos, porque había que pasar por Las Ánimas, después la Finca de don Pepe Barrios, cruzábamos un barranco, todo era…vamos, malo, malo el camino era horroroso, horroroso, y éramos chiquitas, tanto mi hermana como yo” (MLHW).

 

Por lo general, estos enclaves “pertenecían” a determinadas familias, es decir, casi siempre iban las mismas a la misma zona, llegando incluso a “heredarse” los charcos de una generación a otra: “Primeramente iba con ella [con Mercedes] porque el tío mi esposo iba a coger los charcos de él, entonces… que eran… de los abuelos de mi esposo. Entonces yo cogí, cuando ya él se retiró, empecé yo a coger los de él” (UGG). El reparto de charcos se revela equitativo entre ellas: “tú sabías que aquellos cinco charcos eran tuyos y los otros cinco eran de la otra. Había que respetarlos, había que respetarlos. Tú cogías los tuyos y yo cogía los míos” (APM).

Los charcos eran acondicionados con “pequeños muritos” de cenizas amasadas con agua y cáscaras de lapas en su parte exterior “le hacíamos los muritos de ceniza amasada y le poníamos lapas a los muritos” (ISM). Las cenizas las traían normalmente de las casas “Las cenizas… porque antes se cocinaba con leña, y las cenizas las guardábamos pa cuando era el tiempo de…el verano, amasarla como si fuera cemento y hacerla… los charquitos, uno, estaban ya hechos, así de… naturales, pero siempre había un ladito que había que hacerle un murito y ponerle, y arreglarlos y limpiarlos, se limpiaban” (AGD).

El proceso de recogida de la sal es sencillo: “La primera cogida del año es gratis porque no se ha llenado los charcos sino el mar, los llena, se coge la primera cogida, se llena y según se va cogiendo, se va limpiando los charcos, se va tirando la que no sirve, la sal, se va cogiendo la buena porque salen muchas charriscas, entonces vuelves a llenar, a los cuatro o cinco días, volvemos, y así hasta dos veces en semana” (UGG).

Esta agua que se refieren para rellenar los charcos se recogía en los charcones cercanos del mismo saliente o se tenían que acercar a los rompientes de olas a recogerla: “sacándola el agua de la mar limpia, que yo no sé ni cómo estoy viva, porque la mar, por dos veces me caí la mar y estuve más de dos horas nadando para poder salir “(APM).

A los dos o tres días volvían a recoger ya la sal formada utilizando una cuchara: “se cogía la sal con una cuchara, se iba raspando y se iba haciendo un montonito, se ponía en una cestita para que se fuera escurriendo…” (AGD). Algunas lajas eras utilizadas como “escurrideros”, que por su tamaño y forma aplanada y en pendiente, son adecuadas para depositar la sal: “Unas lajas así, grandes, empinaditas, así, un poco, y poníamos… y allí bajaba toda el agua de la sal, la sal se quedaba en los sacos” (UGG).

Una vez bien escurrida, se cargaba en sacos y era transportada a Buenavista. La mayor parte de las veces las mujeres se la cargaban a la cabeza realizando grandes esfuerzos: “En cubos, cubos a la cabeza, con su rodillita, hacíamos las rodillitas, más nada.” (AGD); “un cubo y después si había una buena cogida, un paño amarrado encima, que mi madre venía la pobre…roja” (MLHW).

Una vez en la casa familiar, la sal era preparada “mi madre tenía un corral, y tenía su sitio para escoger, y a los tres o cuatro días, que ya estuviera más o menos sequita, ya descogíamos las piedritas, porque siempre tiene alguna piedrita, y recuerdo una señora… nos prestaba una medida antigua, que era un medio almud y eso es lo que… nosotros las medíamos para llevarla al Palmar... Era una medida… yo que sé…yo creo que llevaba dos kilos y medio, creo que llevaba dos kilos y medio.” (MLHW).

En Buenavista del Norte la sal se caracteriza por ser una actividad para consumo propio, familiar, aunque hasta no hace mucho tiempo era objeto de intercambio: ““iamos” pal Palmar a cambiar la sal por papas o por higos. Nosotros dábamos una bandeja de sal y ellos nos daban dos bandejas de papas, y por higos nos daban unos poquitos de higos frescos y nosotros los dábamos con almud, le decían medio almud, le daban medio almud para que nos dieran los higos a nosotros” (APM); “Mi madre me quería dar todo, cargarme todo lo más que pudiera para traer para su casa … Yo venía, mira, con una venita cargada de papitas, y de cebollitas, bueno…recuerdo eso mucho, pero por necesidad.” (MLHW).