La Pesca

UN MAR DE ABUNDANCIA: LA PESCA

En Buenavista del Norte la pesca es un motor económico secundario en declive. Las dificultades económicas actuales junto con una serie de trabas administrativas y la conflictividad existente entre la conservación del medio marino y su uso como recurso subsistencial han agravado la situación.

Sin embargo, esto no siempre ha sido así, evidencia de ello es que en la propia localidad los pescadores se asentaron en un área determinada, conocida como la “calle de abajo”, que en realidad vienen siendo varias calles: El Castillo, El Puerto, Avda. Nicolás Díaz Dorta, San Antonio y El Horno. En estas vías se asentaron prácticamente todos los pescadores de Buenavista del Norte. Hoy por hoy, todos los vecinos que residen en esta parte de la población tienen o ha tenido relación con el mar. Bernardino de Armas Morales, pescador jubilado de 83 años, asegura que “habían como veinte barcos de pesca, como cuarenta pescadores, mucho trabajo”.

La playa de Los Barqueros, a menos de un kilómetro de distancia de “la calle de abajo”, supone el embarcadero clave para este contingente de marineros. A pesar de su importancia como infraestructura necesaria para poder desarrollar su trabajo, en la actualidad presenta problemas de adecuación de acceso y desprendimientos graves, lo que produce un malestar generalizado entre los pocos barqueros profesionalizados que quedan.

Los datos obtenidos de las entrevistas realizadas a pescadores, algunos jubilados y otros en activo aunque la mayoría se encuentran retirados, se muestran aquí de una manera cercana. Se consideraron de importancia en el sentido del conocimiento que podían aportar sobre el devenir de la costa, el camino y los cambios sucedidos a lo largo de su trayectoria profesional.

 

Muchas voces y una misma historia

Todos los entrevistados se dedican desde muy temprano al oficio de la pesca “desde los diez, once años” (JDEC), normalmente incitados por su padre o varones de su familia “un cuñado, un hermano de vez cuando” (MAL); “a los once años ya yo tuve que ir con mi padre a la mar, no había otra cosa” (JCWP)

Toda Buenavista, hasta la Punta Teno, Los Gigantes” (BAM) es una buena zona de pesca. Indudablemente se destacan unos “puestos” más que otros, como “¿los sitios? Me cansaría, me cansaría… está la Piedra Méndez, la Piedra El Agua, la Piedra de El Rosario, y estaría horas… que en todos esos sitios hay clases de pescado diferentes” (MAL). También están las Piedras de La Aguja de Teno, Patrón en Las Gaviotas, “hay puestos que son más famosos que otros” (BAM). “Los concheros en Teno mismo, en la orilla de la mar, eran muchos, muchos, fíjate que nosotros, la mar, los puestos los marcábamos por concheros” (BAM)

Muchas veces se iba a pescar de noche, “tanto que veces pienso que mi sueño se me pasó” (BAM). Sin embargo, esta costumbre también se dio en la plataforma costera de Buenavista, por ejemplo en la zona de Los Juncos y La Laja. Pasaban las noches en las cuevas “de quedada” comentaba uno de los informantes, aunque también “te echabas una cabezada en el barco y seguías pescando” (JDEC).

Se faenaba principalmente con “anzuelo, pandorga de vieja, una nasa de vez en cuando” porque “aquí se prohibió las nasas, redes, trasmallos, todo eso se prohibió, por los años… yo tendría 17 años por ahí” (BAM). La caña no se utilizaba mucho “sino para coger boga…también había pandorga de boga, la vieja con pandorga, esa sí es con pandorga, los tambores, para las morenas” (MAL).

El pescado se vendía sin preparar, sin descamar ni destripar, únicamente “se jariaban viejas” (BAM). La venta del pescado era trabajo de “las señoras…no solo iba a por el pescado, sino también a llevarles el almuerzo” (BAM); “El pescado era cogerlo, ponerlo en la cesta y las mujeres iban a venderlo, y también una señora, que ya murió que se dedicaba a recogerlo para ella revenderlo” (MAL). “Antes se vendía pescado pa Los Silos que da miedo…hoy mismo, no se vende un kilo de pescado” (JCWP).

Las mujeres se desplazaban a El Palmar y Teno a “cambiar el pescado por algo de alimento… por papas, cebada o lo que fuera” (BAM). Aunque no todo se vendía, dejaba “Algo para comer uno” (VLD).

¡¡¡¡ La conjunción de una serie de factores, entre otros, como pueden ser la falta de infraestructuras y unos costes de profesionalización altos teniendo en cuenta el beneficio que genera y una dependencia absoluta de la climatología para poder desempeñar la labor, suponen que este motor económico subsistencial esté condenado a la desaparición si no se comienzan a tomar medidas que vayan a favor tanto del medio natural en el que se desarrolla como facilitar el acceso a la profesión a las nuevas generaciones !!!!!